Al día siguiente de ver a
Jessica, Laura y yo nos fuimos a la aventura del programa “hand in trunk” del
santuario de elefantes. Un poco costoso pero yo creo en trabajar para difrutar
de la vida también; ir al santuario de elefantes era algo que ya las dos
queríamos hacer desde hacía mucho tiempo. Nos levantamos muy temprano para ir a
Hazyview, un pueblo que queda a una hora y media de mi casa. Nos levantamos tan
temprano que tuvimos una hora de tiempo para perdernos entre “Elephant
Whispers” y el “Elephant Sanctuary”, 2 compañías que ofrecen básicamente lo
mismo al público, y pararnos a desayunar en el “Belgian Patissier”, una especie
de Danubio sudafricana (Laura se volvió loca).
Cuando llegamos al sitio nos
empieza la emoción, chequeamos las cámaras y de nuestras expectativas del
lugar. Al final concluimos que el paquete es un atrapa turistas porque te dicen
que durante una hora y media aprendes y caminas de la trompa de elefantes y
realmente, aunque aprendes mucho sobre ellos, la caminata dura 5 minutos. A
pesar de eso, la emoción de estar tan cerca de un elefante es incomparable. Al
verlos tanto en televisión o desde un carro, uno olvida la proporción de
tamaño, lo imponentes y majestuosos que estos animales son, cuando los ves
desde tu propia altura.
Aprendí muchas cosas sobre
elefantes que no sabía y reforcé otras tantas. Los elefantes pertenecen a un
grupo de animales llamados los ungulata o ungulados, lo que quiere decir que
estos animales caminan apoyando el
peso corporal sobre sus dedos y no sobre todo el pie. Dicho de modo simple: los
elefantes caminan de puntillas, por lo que no hacen tanto ruido al caminar. Cada
pie de elefante es diferente, consisten en sus huellas digitales. Su trompa
tienen la capacidad de absorber hasta 13 litros de agua y tiene más de 100
músculos. Sus pulmones están pegados a las costillas y tienen un período de
gestación de 22 meses. Para una hembra tener colmillos depende de los genes.
Viven bajo un matriarcado de compleja estructura social, caracterizado por el
compañerismo a la hora de ayudar a criar otros bebés. La cabeza de los machos
es de corte casi de 90grados para ayudarlos a empujar árboles para después
comerlos. Sus patas delanteras son más largas que las traseras para ayudarlos a
cargar mejor el peso de la cabeza y los pesados colmillos (que pueden llegar a
pesar hasta 70Kg cada uno). Podría seguir escupiendo información sobre los elefantes
pero basta decir que son más finos que los asiáticos y que sin duda alguna
están en el top 3 de mi corazón. El sentido humano de humildad ante ellos es ridículo.
Somos unas hormigas en el reino.
Después de la clase teórica
sobre los elefantes caminamos a un claro en un bosque a donde vinieron los
elefantes. Cada uno de nosotros tuvo la oportunidad de acercarse a ellos y
tener su momento fotográfico. A mí el elefante me dio un beso (me gusta esta
guachafita). Es creo de los besos que más risa me han dado en mi vida. Te ponen
la trompa en el cuello y soplan. Son unas cosquillas multiplicadas por
infinito. Yo empecé a pegar alaridos y el señor preocupado me dijo q el
elefante no me hacía daño, no me creyó cuando le dije que el cuello era mi
parte débil y que aguantarme las cosquillas era casi imposible y que no tenía
miedo.
Después del claro íbamos a “caminar
con los elefantes”, la parte del “hand in trunk”. Nos llevaron a un caminito y
uno por uno de nosotros caminó agarrado de la trompa del elefante. La felicidad de que un elefante te dé su
trompa y la sostengas con tu mano logró casi opacar que nos había robado para
caminar unos 10 metros ida y vuelta con un elefante. La trompa es un poco
babosa y mocosa y es una sensación rara caminar agarrada de manos con un
gigante y darle de comer lanzando perrarina por su trompa es muy bizarra,
siento que le estoy metiendo metras por la nariz.
Aún pienso en ellos y sonrío.
Una vez que se acabó nuestro tour decidimos volver al centro a través de la Ruta Panorámica, que bautizamos luego la ruta pinorámica porque ese trayecto de Limpopo parece Escocia. No hay sabanas ni animales, hay pinos, frío y un cielo azul que enamora. Paramos en “God´s Window” (un nombre muy optimista para la vista), en las cascadas de Berlín y en el Pináculo.
En el camino saboreábamos las provisiones que nos quedaron de la pastelería belga y una botella de rosé que compramos en algún pueblo de cuyo nombre no me puedo acordar.
Fue un día soleado perfecto, con música buena y una compañía grandiosa. Un road trip corto que deja un buen sabor en la boca mientras te hace reflexionar y sonreír. Se los recomiendo.
El día perfecto para irme de Moholo con optimismo hacia lo nuevo que depara el futuro.