En Mayo de cada año, la mayoría
de los impalas se vuelven locos. Es como un gran festival, que incluye música
propia y en donde los adultos actúan como
adolescentes. Es una gran fiesta porque las hembras entran en celo. Todas al
mismo tiempo. Una locura ¿no?. La cantidad de hormonas que vuelan por el aire
hace que todos los machos pierdan su concentración. No se soportan los unos a
los otros. Se persiguen constantemente. Si pueden se apuñalan. Se arrechan por
cualquier cosa. Sólo utilizan a as hembras para saciar su “sed”. Sólo son machos, de la manera más instintiva
y primordial de todas, con todas. La naturaleza que tan poco sabia
es, recompensa a la paciencia de todas las hembras con un regalo único:
coordinación. Todas las hembras, ya que se aparearon todas al mismo tiempo, van
a tener todas a sus cachorros al mismo tiempo. Como recompensa por su esfuerzo
y paciencia, siete meses después viene la época del año que yo tanto espero:
baby season. La época de los impalitas
me encanta porque simplemente están por todos lados. Con sus cintillos negros,
todos me recuerdan a Nana y hacen que se me alegre un poco el corazón.
Con las llegadas de las primeras
lluvias, se empiezan a ver futuras madres, bien grandes y pesadas solas,
solitas por ahí. Ese es uno de los primeros indicios, se acerca el momento. A
mediados de Octubre de éste año, fue Tristan el que vio el primero. “If anybody
is interested there is a manpinpan mala on Warthog Wallow”. Su madre. Me ganó.
Poco a poco fue apareciendo así la nueva generación de la sabana. Yo vi el
primero una semana más tarde que el resto de la gente, por supuesto. De ver
unos pocos aquí y allá, en un par de semanas las llanuras se llenaron de enanos
que saltan y brincan por ahí y que siempre te traen una sonrisa a la cara. Los
impalitas. Una de mis épocas preferidas del año. Una de las pocas cualidades
del verano. Sin embargo, no sólo yo espero con ansia la llegada de todos los
nuevos pataslargas. Hay otros, más tenebrosos, que también esperan con ansia
éste momento del año. Los leopardos. Acechan por las noches y no le dan ni
tiempo a las madres de conocer a sus cervato, cuando se lo arrancan con sus
garras.
En ésta época se gasta menos
pero se come más. La naturaleza, sabia como siempre, le regala la coordinación
a las futuras madres porque sabe que ésta es la única manera en la que algunos
sobrevivan el primer año de vida y a la mirada vigilante de todos las gatos que
esperan la noche para ir de cacería. Es así como de pasar a ver leopardos de
vez en cuando con la barriga llena, los vemos más seguidos y se puede solo
suponer que hubo impala para la cena. Scotia y su cachorra no son la excepción.
Ellas la han pasado fenomenal las últimas semanas. En menos de 3 días les
contamos 5 diferentes. Queda la duda
siempre, si la cachorra ya aprendió a hacerlo sola. Si ya cazó su primer
impala. Sería un orgullo. Es una sensación extraña. Es el ciclo de la vida.
Para que algo sobreviva, algo debe morir. Cruel, como la vida. Corta para
muchos.