Could you whisper in my ear the things you wanna feel? - pregunta una canción de las muñecas Goo Goo. Hoy me doy cuenta que jamás habría podido responder con exactitud. A veces, las cosas sólo pasan.
Hoy hace 2 años vine por primera
vez a Sudáfrica. Dos años parece una eternidad. Siento que desde que he estado
aquí he crecido mucho más que eso. “Why did you decide to come South Africa?” – es la pregunta
que más me hacen. Después de 2 años todavía no tengo una respuesta. Por qué Sudáfrica
es algo que no logro explicarme, cómo terminé aquí fue cosa del destino. Yo no
lo decidí, pasó. Hace 2 años vine por 2 meses a hacer de voluntaria en dos
centros de rehabilitación de animales salvajes; siempre seré una veterinaria
frustrada, me llevo mejor con los animales que con la gente, pues la gente tiende a
decepcionarme. Hace 2 años conocí a Bobby, un rinoceronte que salvó y cambió mi
vida como pocos saben. Hace 2 años fui por primera vez a Mohololo, lugar al que
le entregué el 2011, mi corazón y mis úlceras. Hace 2 años mi vida dio un
brinco radical.
Dos años después, mi pelo está
el triple de largo, he llorado infinitamente, he pasado demasiadas horas en aviones,
he vivido inolvidables aventuras, he hecho amigos únicos, he aprendido a
apreciar lo que tengo. Dos años después sigo aquí, un poco más al sur, haciendo
algo un poco diferente pero igual. Por qué no puedo irme de aquí todavía, es simple: estar expuesta a la
naturaleza todos los días me calma, me hace creer que existe una razón para las
cosas que pasan. Estar aquí me mantiene en rumbo. Vivir esta vida un poco más
aislada me deja ver con claridad las cosas que importan, me abre la
mente, me hace un poco más irreverente a lo que la gente tiene, me hace creer
sólo en lo que la gente hace. Aquí bailo a mi propio ritmo y la gente me
respeta por ello.
A pesar de ser extremadamente
rica en ciertos aspectos, todo tiene un precio. El precio que tengo que pagar
por mi paz mental, mi capacidad de ser independiente, mi sentido de la aventura
y la belleza de ver rinocerontes y elefantes cuando me provoque, es alto. Estoy
al otro lado del océano de mi familia, a unas pocas 50 horas de distancia,
Plaga y Nani no me despiertan por la mañana saltando en mi cama, perdí a la
única persona que probablemente jamás pueda olvidar del todo, mi mejor amigo
despareció por medio de un mensajito de blackberry, mi señal de celular es
detestable, no veré nacer a mi primer sobrino, no puedo ir a los llanos con mis
hermanos o tomar vino con Carlita, no puedo ir a Suka con Isabel, la playa me
queda lejos, aquí no hay arepas ni plátano frito, aquí se habla en inglés y mi familia no viene a tomar café.
¿Ha valido la pena todo esto?
Como dice Bob: the answer –my
friend- is blowing in the wind.
Feliz aniversario África.