sábado, 6 de julio de 2013

Miau grande, miau pequeño.

Todos sabemos que los leopardos no son mis favoritos. No porque sean feos, o chimbos o poco entretenidos de ver. Mi problema es que la gente que cree que sus leopardos son sus favoritos me obstina, y que además ellos se las tiran de “animal solitario, nocturno y elusivo”. Ta fácil ¿no?.

A pesar de todo esto, hay 2 leopardos a quienes amo. Sí, leyeron bien, amo. Ellas son Scotia y su cachorra. Desde la primera vez que la vimos en febrero, sólo la he visto con su cachorro un par de veces más. Por algún motivo u otro transcurre mucho tiempo entre cada uno de nuestros encuentros. Creo que es porque nos caemos bien y sabemos que el amor permanece.
La cachorra ya aprende. Al principio, supongo que para ella fue horrible vernos, a pesar de que mi corazón la quiso inmediatamente. Cada vez que alguien la veía, su cara de terror era única. Poco a poco, después del esfuerzo y paciencia, la hija de Scotia no nos para ni media bola. Cada tanto, cuando viene el huésped que se las da del que sabe la movida y preguntan “Do you know this leopard?” Yo siempre respondo: “Yes, she’s our little super star”.

Así fuimos progresando. Durante meses, sólo una land rover a la vez y nada de verla de noche. Seis meses después, a eso de 8 meses de edad, la pequeña hija de Scotia puede ser vista de noche y sin su mamá. Esto es algo asi como la lotería.  Tan joven y tan fotogénica, nos hace la vida más simple.


“Can you see the leopard up there, on top of the rock?” Menos mal que para la gente que nunca ha visto un leopardo, ver la silueta a contraluz al atardecer, basta. Un leopardo mal visto sigue siendo un leopardo. “Oh my god there’s a cub there!” gritan los huéspedes emocionados. “Es por eso que te amo” - pienso mientras veo a la pequeña enana pasar al lado de mi land rover, en camino a escalar las rocas para llegar a ver y jugar con su mamá.

En uno de esos encuentro nocturnos, justo en las afueras del lodge, Scotia y su hija habían encaramado un venadito que se estaban comiendo. Después de mucho esfuerzo y de 2 días comiendo, la enana metió la pata y se le cayó el venado para el piso. Las hienas, más oportunista que nadie, estaban en las cercanías a la espera de este preciso momento. Se robaron la comida y luego empezaron a aterrorizar a madre e hija. Bueno, madre, la hija se siente muy valiente a veces y nos da ulceras. En esta ocasión, sintiéndose valiente por la luz del foco, decidió acercarse mucho a las hienas, quienes rondaban el árbol. Hienas y leopardos no se llevan bien; si hay oportunidad de deshacerse de un leopardo y tener uno menos en el mundo, tengan por seguro que las hienas prueban su suerte.  Cuando la vi bajando, y las hienas tan cerca mío, decidí que era hora de irme. Llame a JP por el radio y le explique la situación y decidimos “cerrar el sighting”.  Scotia y su cachorra tienen que lidiar con esa situación sin ayuda externa. Además, y más importante, yo no quería ser la razón o la culpable de la muerte de la bola de pelo más querida de todo el sur de Sabi Sand. No señor. Me fui. Pocos días después fueron vistas nuevamente, las dos vivas y coleando.


Pocos leopardos tienen un club de fans tan fieros, en barra, rogando que llegues a ser adulta. Todos queremos verte crecer durante los próximos dos años.

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