Stinky es mi tejón – honey badger- que he criado desde que
llegó a la clínica hace 6 meses ya. Cuando llegó tenía aproximadamente 3 meses
de edad y era huérfana (ya no porque yo soy su mamá). Su mamá de verdad fue atropellada
por un carro y ella sufrió un golpe que la dejó ciega y con un punto negro
característico en el medio de su cabeza. Un alma samaritana la llevó a un
veterinario para que chequearan sus heridas externas, pero hasta ahí llegó el
dinero con la buena voluntad.
Poco a poco fue recuperando
fuerzas pero empezó a estamparse contra pared y pote en el camino. A pesar de
la sentencia de mi jefe que ella no volvería a ver, yo tenía uno de esos
feelings que ella solo tenía una inflamación o quizás sangre en el ojo que no
la dejaba ver, cuando se desinflamara, la posibilidad de ver volvería. Todos me
veía con cara de “ajá” cuando yo decía esto pero la verdad me importó muy poco
porque aquí he aprendido a guiarme de mi intuición y a oír esa voz interna premonitora
que siempre he tenido y a ignorar los demás. Como diría Phoebe, soy vidente y
Stinky puede ver. Su ojo izquierdo tiene una personalidad propia pero de que
ve, ve.
Después de pelearme durante
unos 4 meses con mi jefe, finalmente tiene una jaula afuera durante el día, con
una selva y un poco de troncos para escalar. Lo único malo es que tiene de
vecinos a otros 2 honey badgers que se la quieren comer. Ya no vive solo en la clínica, aunque
definitivamente ella crea que ella manda ahí. Es el terror de los tobillos y
los dedos descubiertos. Pocos la quieren realmente pero todos la respetan.
Todos los días, después del
desayuno –como niña malcriada- la cargo hasta su jaula, a unos 200 metros de la
clínica a lo que sería el equivalente de su kínder. A medida que ha ganado
confianza, he empecé a esconder pollitos muertos o pedazos de carne por todo su
kínder. Si es un tejón de verdad, tiene que aprender a guiarse por su sentido
del olfato y desenterrar cosas o escalar para conseguirlas. Es la única
esperanza que tengo de que algún día podamos soltarla de vuelta en el mundo
natural. Cada tanto, cuando la ocasión lo amerita, le doy también una culebra.
Le corto la cabeza (algunas son venenosísimas y nos voy a andar corriendo el
riesgo de envenenarme sola) y jugamos a que la descabezada se mueve y la ataca.
La primera vez Stinky entró en pánico y se refugio en su hueco., cuando
finalmente logró comersela creo que se me aguaron los ojos. La primera vez que
le di un acure vivo fue una mezcla de sensaciones muy extraña. Sentí que mi
papá estaría muy orgulloso porque no soy una tonta green peace que entiende un
poco más del ciclo de la vida, por otro, siempre me siento como el ángel de la
muerte decidiendo que pobre animalito infeliz va a ser la cena (es horrible) y
por otro el otro me muy orgullosa cuando su instinto funciona y ella sabe qué
hacer. Ser madre está lleno de contradicciones.
Después de su etapa
adolescente de ignorarme completamente y salir corriendo de vuelta a su
“cuarto” en la clínica cada vez que veía la puerta abierta, hicimos click otra
vez; un día nos vimos y funcionó. Somos un equipo y confiamos en la otra. Ahora me sigue cuando la llamo y escala los
árboles conmigo (con un incentivo de carne roja claro está), en nuestra nueva
misión en su proceso de ser un tejón.
En éste nuevo proceso de
compañeras del crimen (porque a veces nos divertimos y salimos a perseguir a
los Marabou Storks que no pueden volar bien) empezamos una nueva rutina
adelgazante: correr. Todos los días, después de pasear por ahí o aterrorizar a
los conejos, hacemos una carrera por el camino que lleva a la clínica. Al
principio estábamos muy fuera de forma. Yo siempre gano hasta la puerta de la
clínica pero cuando la abro, Stinky aprovecha la ocasión para meterse entre mis
piernas y salir corriendo a su cuarto donde la espera su cena. Pilas ¿no?
Dicen que los tejones son no
sólo “Africa´s most fearless animal” sino uno de los más inteligentes también.
Yo no tengo duda de que ella me manipula como quiere, pero me dejó muy sorprendida
el día que tuve prueba de ello. Después de sacarla del kinder, ibamos
encaminadas a la clínica. Cuando llegamos al camino de tierra, ella que iba dos
pasos adelante mío, se volteó, me miró, gruñó y salió corriendo a la clínica.
Me tomó 5 segundos entender que eso fue el equivalente de “en sus marcas,
listos, FUERA”. Corrió más rápido que nunca y ¡me costó alcanzarla! Llegamos
empatadas a la clínica pero como siempre me ganó una vez que llegamos a la
puerta (hay que dejarla ganar, es una punchina). No pude dejar de reírme de la
felicidad al entender que nuestra relación funciona explícitamente hacia ambos
lados y que ella la disfruta tanto como yo. Un par de días después tuve otra
prueba de ello cuando vino a apurruñarme en un mal día (eso de demostrarse
débil no le encanta).
Un día un fotógrafo frufru
vino a sacarle fotos para un libro de niños. Yo le avisé que iba a ser
complicado porque ella no para de moverse (por eso tengo tan pocas fotos buenas
de ella). Después de su importante sesión de fotos, se refugió en su casa,
agotada y amargada por tanta atención, en el camino se peleó con Bullet, el cheetah.
Esa noche, cuando vi al ranger que acompañó al
fotógrafo me dijo: “The guy just reminded me to tell you to send him an email
to get those pics, you can tell you really love your badger and you´ve done a
great job with her ”. Y son así, los comentarios más inesperados los que te
hacen sonreír
Aleee, pobre Stinky! No sabía su triste historia de huérfana-cegata!!! Sigue tus feelings o premoniciones. Nosotras sabemos algo de eso!
ResponderEliminarte imagino corriendo detras de alguna serpiente para darsela a Stinky .. deporte muy peligroso allì como en Venezuela donde la serpiente mas inocente es venenosissima ..
ResponderEliminar