“Sí, creo que sí. Allá tienen
rinocerontes”.
Hace más de 2 meses, ese fue el
resultado de mi conversación con Isabel en una de esas míticas citas -generalmente los miércoles- para comer
tequeños y tomarnos unas cervezas. Después de unos 4 meses de una vida
caraqueña vacía -pero con café exquisito- decidí inscribirme en un curso de Field
Guide, en un Lodge en el área de Sabi Sands (Sudáfrica), al otro lado del río del Parque
Nacional Kruger. El precio a pagar son 6 meses de café instantáneo.
A Caracas la amo con una pasión
infinita, pero África me grita de tal manera que no logro sofocarla. Di gracias
infinitas por mis papás y mi grupo de apoyo, y me lancé nuevamente en ésta aventura.
No sabía si había tomado la decisión correcta hasta que alguien me preguntó: tu
nunca puedes dejar de sonreír ¿no?.
Para recibir el 2011 me monté con
dos amigas en el muro más alto que conseguí, porque esto traería buena suerte.
Me llené de optimismo. Comí lentejas. Me puse pantaletas amarillas el primero
de Enero. Cualquier receta para la buena suerte, la apliqué. El 2010 fue un año
del que no volveré a hablar. El 2011 fue sin duda mucho mejor, pero dejó
heridas muy profundas. Quizás el 2012 sea mi año, después de todo, podemos ser superticiosos
y pensar que irá bien pues empezó en Abril, en la primavera, simbolizando que
lo difícil quedó atrás en el invierno, para dar pasó a un renacer del camino. En todo caso, prefiero pensar esto así y esocger mi superstición, que pensar algo apocaliptico en cuanto el pez beta que me regalaron en mi cumpleaños - a quién llamamos 2012- se murió.
Ayer, un día de Mayo, me mandó
una señal en un email de cinex.
Hoy, me siento infinitamente llena.
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