La primera vez que mi mamá vio un impala, casi se
salió del carro en estado de histeria extática, pegándome gritos de odio
profundo porque no paré el carro en el lugar preciso de su oportunidad
fotográfica. “Ay ma, es un impala. Más adelante seguro hay mil más”. Meses
después, aprendí a apreciar a los impalas: las cucarachas de la sabana. Nunca
fui tan despectiva como para considerarlos cucarachas (nada más asqueroso que
ellas), pero nunca me han interesado mucho porque son antílopes y porque se ven
cada 20 metros. Después de una clase de impalas (sí, tengo clases y exámenes
que aprobar con más del 80% de la nota sobre animales), mi opinión sobre ellos
cambió, se ganaron mi respeto y los veo bajo otra luz.
Esa especie de gacela marrón que se ve por todos
lados es un genio de la evolución y uno de los animales más tenaces que hay… Yo
nunca les di el crédito. Se ven siempre y aburren, pero ¿alguna vez se han
puesto a pensar por qué hay tantos? ¿Qué haya tantos no quiere decir que están
haciendo algo –ó mejor- muchas cosas bien?
Yo nunca lo había pensado así, di por sentada su
presencia, así como en esos amores aburridos y eternos. Pues resulta que los
impalas, estos nuggets con papitas de la sabana, son los ninjas de la sabana.
No sólo los ninjas, sino los super ninjas.
Los impalas tienen una de las mejores adaptaciones
digestivas del reino. Yo sufro de úlceras así que en éstas cosas ¡me fijo!.
Gracias al hecho de que puede comer grama y hojas de árboles, pueden sobrevivir
mejor a las épocas de sequía, cuando otros animales pelan. Factor extra de la
buena digestión de estos rumiantes, es que, precisamente por ser así,
tienen suficiente energía para estar activos casi todo el día y no
tirarse esas siestas legendarias como los leones. Interesante adaptación que
tienen en contra de los leones también, es su coloración. La mitad de arriba
más oscura que la de abajo hace que estos animales, ante la visión en blanco y
negro de depredadores, aparezcan bidimensionales y no sean tan apetecibles a
primera vista.
Por otro lado, aparte del estomago envidiable, los
impalas que siempre he mirado como "débiles", son animales
construidos para pelear, diseñados para el combate, movidos por altos niveles
de agresividad, especialmente los machos (típico), para demostrar quién es el
más fit, quién es mejor partido (más típico y básico aún). He aprendido que el macho
impala no es una gacela gay. Desde pequeños son animales altamente histéricos e
intolerantes, al punto que la distancia entre machos de la misma especie es
siempre un espacio respetable de al menos 2 metros. Los cuernos están
construidos para soportar peleas constantes por el privilegio de tener unas
cuentas chicas ninjas en el mes de mayo, cuando todas –durante casi 3 semanas-
están “receptivas” al “amor”.
Las hembras impala son además, geniales economistas.
Una vez que la primera hembra da a luz, TODAS las hembras en esa manada darán a
luz en las siguientes 24 horas. Inundando el mercado de crías, aseguran que la
demanda y consumo de los leones, hienas, pitones, leopardos, etc., sea
abastecida de manera tal que no se coman todos los bebés que hay, logrando así
que un gran cantidad sobreviva. Las hembras siempre son más inteligentes. No
todo radica en la fuerza bruta.
Los impalas son genios.
Muy bien impalas, muy bien.
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