Los leones siguen siendo
prolíficos. Pareciera que la consecuencia lógica y biológica de todas las
andadas de las hembras dio frutos. Para ser más concretos dio 6 frutos. Hay 6
cachorros nuevos en la reserva. Siguiendo las tradiciones africanas, yo casi no
los he visto. Es como un juego cruel del universo. A cualquier persona se le
arruga el corazón al ver a esas bolas de pelo manchadas, pero a las niñas más.
Como yo los quiero ver más que nadie, yo no los voy a poder encontrar…jamás. Un
día, por una equivocación del universo, finalmente los conocí. Seis peludos.
Enanos que derriten el corazón. Amor y gruñidos por todos lados, porque asi son
los leones. Se quieren, pero con espacio.
Después de esa vez, pasaron
meses y nos lo vi más. Vino mi mamá y vimos la oreja de uno, así escondida
entre la grama. Como con cualquier relación unilateral, poco a poco uno pierde
el interés—y el amor. Pasaron semanas. Habían leones pero no leoncitos. Bah.
Estúpidos. Haciéndome sentir como novia desesperada. Claro está que apenas tuve
unos días libres, ellos los olieron. Ellos lo sabían. Volvieron. Ahí al ladito
del camino. Jugando entre las piedras. Posando para las cámaras de los demás. Si
ellos pueden yo también. Los ignoré y no fui. Decidí no consultar psiquiatras. Pelear con leones que no saben que existe es
válido, no he perdido la cabeza. Es cosa de todos los días.
Inesperadamente, porque sabían
que ya tenía una excusa válida, ellas cambiaron sus planes. Así como son las
leonas, ellas decidieron que había llegado la hora de ir a buscar la cena (y todas
las otras comidas con postre), y se fueron dejando a los cachorros escondidos
entre las piedras. Son muy pequeños todavía para siquiera hacer el intento de
ver qué tan rudas son sus mamás. Cuando las mamás trabajan, ellos se quedan en
la guardería. Varios días.
“Claro que tienen que volver. Ya
vas a ver que mañana están por ahí”.
Quinto día: “I’ve got visual of just one”.
Sexto día. La situación empeora.
“I checked their last position.
Lots of hyena tracks in the area”.
Con este corto mensaje, un
ranger sentenció todas nuestras esperanzas de volver a ver los cachorros. Después
de casi una semana por su cuenta, la naturaleza había reclamado lo que prestó.
Hienas en la zona solo puede significar una cosa: están muertos.
Es terrible como el corazón se
te rompe un poco por el cariño que le tomas a individuos que realmente no son
parte de tu vida, de la misma manera que sientes rencor porque no entiendes el
por qué de las acciones de otros. Ser madre feroz se vuelve cada vez más
incomprensible.
“Stations I’ve got nkonzo
(huellas) of ngala and mantuana heading east”
“Duane sorry, go again with that
update”. Hay huellas de leonas y cachorros. De todos. En el extremo opuesto de
la reserva. Son al menos unos 12 km de distancia. No puede ser.
“ Stations, located this ngala
on a bamba. 4 females and 6 cubs”.
Y así, de repente, la vida había
vuelto. Las leonas no abandonaron a los cachorros a su suerte como habíamos creído.
Las leonas estaban pasando por una mala racha, no lograban cazar nada. Ellas
también tenían hambre. Cuando finalmente lograron cazar un antílope de agua, caminaron
kilómetros de ida y de vuelta para ir a buscar a los cachorros y llevarlos a
comer. El espectáculo fue al principio, un recordatorio de la vida en lo
salvaje.
África es única. Impasible ante
las grandes derrotas, pero también ante las grandes victorias. El ciclo de la
vida en su más cruda y real expresión: para que alguien sobreviva, alguien
tiene que morir. Todos tenemos una tarea y un destino que cumplir. Ninguna
tarea es más importante que otra, ninguna es superflua. Aquí, todo encaja como
un rompecabezas.
Durante días disfrutamos ver a
los cachorros ponerse gorditos. Ver sus barrigas llenarse de carne, ponerse más
tremendos y disfrutar al máximo de su madres. Life had never been so good.
Las leonas decidieron quedarse
por el área, y dejar a los cachorros no tan lejos, mientras continuaban la
búsqueda de comida. Poco se imaginaban que los 3 machos del sur habrían de
volver e ir al Norte, buscando otras leonas solteras. Durante varios días hubo
cierta tensión. Los leones estaban sobre el rastro de las hembras, pero ellas lograban
esquivarlos y esconder a sus cachorros. Todo parecía ir bien. El peligro había
terminado.
“Stations I’ve tracks for male
lions going east. Seems like they were chasing zebras” – anunció Tristan por el
radio.
“Wuju!” pensamos todos. Un poco
de acción, huéspedes contentos. La mañana prometía ser entretenida (quizás no
tanto para las zebras).
Minutos después:
“Stations I’ve located one of
the mantuans (cachorros). Seems like these males got to it”.
Al ver a la cachorra tirada en
medio del camino, respirando de manera extraña, la niña de 12 años le pregunta
a Tristan:
“What’s wrong with it?”
“She’s busy dying” – respodió.
A los machos los conseguimos un
poco más al sur. Todo aguantándonos las ganas de pisarlos con el carro. Parecía
injusto que después de todo, este fuera el final.
Ella
no sobrevivió; sus hermanos tampoco.
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