sábado, 30 de noviembre de 2013

Baby season.


En Mayo de cada año, la mayoría de los impalas se vuelven locos. Es como un gran festival, que incluye música propia y  en donde los adultos actúan como adolescentes. Es una gran fiesta porque las hembras entran en celo. Todas al mismo tiempo. Una locura ¿no?. La cantidad de hormonas que vuelan por el aire hace que todos los machos pierdan su concentración. No se soportan los unos a los otros. Se persiguen constantemente. Si pueden se apuñalan. Se arrechan por cualquier cosa. Sólo utilizan a as hembras para saciar su “sed”.  Sólo son machos, de la manera más instintiva y primordial de todas, con todas. La naturaleza que tan poco sabia es, recompensa a la paciencia de todas las hembras con un regalo único: coordinación. Todas las hembras, ya que se aparearon todas al mismo tiempo, van a tener todas a sus cachorros al mismo tiempo. Como recompensa por su esfuerzo y paciencia, siete meses después viene la época del año que yo tanto espero: baby season.  La época de los impalitas me encanta porque simplemente están por todos lados. Con sus cintillos negros, todos me recuerdan a Nana y hacen que se me alegre un poco el corazón.

Con las llegadas de las primeras lluvias, se empiezan a ver futuras madres, bien grandes y pesadas solas, solitas por ahí. Ese es uno de los primeros indicios, se acerca el momento. A mediados de Octubre de éste año, fue Tristan el que vio el primero. “If anybody is interested there is a manpinpan mala on Warthog Wallow”. Su madre. Me ganó. Poco a poco fue apareciendo así la nueva generación de la sabana. Yo vi el primero una semana más tarde que el resto de la gente, por supuesto. De ver unos pocos aquí y allá, en un par de semanas las llanuras se llenaron de enanos que saltan y brincan por ahí y que siempre te traen una sonrisa a la cara. Los impalitas. Una de mis épocas preferidas del año. Una de las pocas cualidades del verano. Sin embargo, no sólo yo espero con ansia la llegada de todos los nuevos pataslargas. Hay otros, más tenebrosos, que también esperan con ansia éste momento del año. Los leopardos. Acechan por las noches y no le dan ni tiempo a las madres de conocer a sus cervato, cuando se lo arrancan con sus garras.

En ésta época se gasta menos pero se come más. La naturaleza, sabia como siempre, le regala la coordinación a las futuras madres porque sabe que ésta es la única manera en la que algunos sobrevivan el primer año de vida y a la mirada vigilante de todos las gatos que esperan la noche para ir de cacería. Es así como de pasar a ver leopardos de vez en cuando con la barriga llena, los vemos más seguidos y se puede solo suponer que hubo impala para la cena. Scotia y su cachorra no son la excepción. Ellas la han pasado fenomenal las últimas semanas. En menos de 3 días les contamos 5 diferentes.  Queda la duda siempre, si la cachorra ya aprendió a hacerlo sola. Si ya cazó su primer impala. Sería un orgullo. Es una sensación extraña. Es el ciclo de la vida. Para que algo sobreviva, algo debe morir. Cruel, como la vida. Corta para muchos.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Y ahora?

Lo cierto es que los leones nunca han sido mis favoritos, aunque a la larga me gusta escribir sobre ellos. Lo cierto es sin embargo, que diariamente me aburren. Lo cierto es que el 80% de las veces que los vemos, duermen. Lo cierto es que nuestro 80% no es ni un 40% de lo que los ven en la propiedad de al lado. Lo cierto es que han sido casi 3 semanas desde la última vez que lo vi y todo lo que queda es un lejano recuerdo de sus caras. La última vez que lo vi, fue de las mejores reuniones que hemos tenido.



Los leones son como esas relaciones amorosas tormentosas pero lo cierto es que ahora, me las tienen rotas. Cuando los veo, los amo. Pero después de eso, semanas pasan y ellos ni se aparecen. Ni por decencia. Ni para el café de la tarde. Otros los ven, las huellas van y vienen. Rugen a veces, pero nunca del lado que es. Nuestra relación se ha vuelto entonces unilateral y por qué no, un tormento. Sí, un tormento.  De esas relaciones que se vuelven aún peor cuando te das cuenta que para ellos, la grama del vecino sí es más verde. Se han vuelto superficiales, como los novio de colegio. Nada más se fijan en lo estético. Por su actitud entonces, yo decidí que a pesar que los cachorros me derritan, tampoco los quiero.

Es probable que nos los vea en lo que queda de mi ciclo de trabajo. Mejor. "We are on break" - como Ross y Rachel. En este momento pues no me importa, necesitamos nuestro espacio. Poco les perdono haber ido donde el vecino y comerse a mi pequeño rinocerontico favorito. No sé si nuestra relación tiene arreglo. El tiempo dirá.